HISTORIAS DE «SAN JUAN»

COMPARTA NUESTRAS NOTICIAS

Del Recetario Gastronómico Del Alto Neuquén

…Doña Lorenza honraba San Juan desde que, joven, y gracias a varios rosarios y caminatas descalza hasta el santuario en Cayanta, el santo le concedió caminar al hermano. De nacimiento Atiliano había sido confinado por una poliomielitis a una silla de ruedas.

A partir de marzo, la devota juntaba pavos, cerdos, una ternera, zapallos, papas y todos los elementos indispensables para agasajar santo y las decenas de vecinos y promesantes.

De todas las comidas, ponía esmero en la que estaba preparando el 23 de junio cuando el hermano se paró por primera vez. Estofado de San Juan. Combinaba carne vacuna y porcina con charque, chorizos, cebolla y papa, sin olvidar el toque que le agregaban las guindas secas.

Infaltable era «el gloriado», bebida de grapa, agua, azúcar y hojas de ruda que esa noche limpiaba el alma. 

Y mantenía las puertas abiertas a quien la acompañara a lo largo de la noche más larga del año.

El solsticio se poblaba de rezos, ritos, predicciones en una larga bacanal hasta la marugada.

Bajo la cama arrojaban tres papas: pelada una, a medio pelar la otra y con cáscara la tercera.

En ese oráculo doméstico al día siguiente una mano elegiría una de las tres para ver en el tubérculo si el año vendría escaso, normal o pletórico.

Una gota de tinta en un papel plegado en cuatro dobleces, al abrirse mostraría una mancha azul para interpretación del promesante: corazón, ave, árbol, cruz, fantasma.

Reunidos alrededor de la mesa se mezclará lo sagrado con lo cómico en una alianza fugaz y primigenia. Los devotos comensales jugarán a quién inventa la mentira más grande que será verdad por lo que dure esa noche.

«Y cuando me apareció el caballo de cinco patas echando humo por los hocicos…»

«Yo le cebé mates al culebrón….» 

«Lucifer no quiso el alma de mi suegra como parte de pago».

En la sobremesa, al pie del altar del santo, brotará un diente de ajo y a medianoche varios le pelearán al diablo la flor de la higuera.

Aguijoneada por la curiosidad y el miedo, alentándose con cantos religiosos, la multitud se acerca al árbol con algún farol a ver florecer la higuera.

Despabilado a medias por el rumor, Yoni se pone de pie. El entendimiento en tinieblas y el poncho cubriéndole la cabeza al levantarse. Atrapado por su propia ropa, perdido en la oscuridad que lo sofoca, grita lanzando manotazos.

El gentío, que espera al diablo, ve a Satanás revolviéndose como forma oscura. Lo escucha maldecir en infernal vocabulario. Sin asomo de coraje, la muchedumbre huye despavorida en tropel hasta los confines del pueblo.

No queda nadie cuando el hombre ebrio zafa de su propia trampa. Ve la soledad de la higuera iluminada por un farol que yace en el suelo.

A partir de entonces, jura y perjura haber escuchado al diablo y su corte que llegaron en la noche de San Juan al patio de doña Lorenza para apoderarse de la flor de la higuera.

Entradas relacionadas

Deja tu comentario